La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, más conocida como la Orden de los Templarios o directamente «El Temple», fue una de las muchas órdenes de monjes guerreros fundadas en la Edad Media en el contexto de las cruzadas.
El Temple destacó por ser la más prospera y afamada de entre todas las órdenes. Los caballeros templarios fueron un poderoso activo para los reinos donde se instalaron. Especialmente, si esos reinos hacían frontera con el Islam, como fue el caso de Aragón. Precisamente en este artículo hablaremos de la presencia de templarios en Aragón.
El Origen de los Templarios
La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, más conocida como la Orden de los Templarios, nació tras la conquista de Jerusalén (1099) en la Primera cruzada.
Y es que en Palestina, donde se fundó esta orden, se creó un reino que estaba rodeado por territorios musulmanes. Para poder defender Jerusalén de estos musulmanes, un noble de la Champaña francesa, Huyo de Payens, creó en 1120 esta orden que estaría compuesta de monjes-guerreros.
El Temple combinaba el concepto de monje con el de guerrero. Esto era algo nuevo y quedaban dudas de si un religioso podía ser a la vez militar. No obstante, el Papa Honorio II validó esta orden monjes guerreros en 1129. A cambio los templarios tuvieron que jurar lealtad directa al Papado.
La Orden recibió una regla ideada por Bernardo de Claraval. Este religioso cisterciense además los dio a conocer y logró para la orden muchas donaciones que fueron empleadas para crear encomiendas en Jerusalén y por toda Europa. Además los templarios se encargarían también de la actividad bancaria, lo que les haría prosperar económicamente.
Muchos segundos hijos de nobles se hicieron caballeros de la orden vistiendo la típica túnica con la cruz roja templaria sobre su armadura. Los caballeros templarios eran conocidos por su pelo corto y larga barba. Estética que iba a contracorriente de la moda de la Europa medieval del momento, la cual era la de la melena con cara afeitada.
El testamento del rey Alfonso I
El rey Alfonso I, rey de Aragón y de Pamplona, reinó entre 1073 y 1134, en una época marcada por las cruzadas y el espíritu que estas imbuían. Tanto es así que durante la Reconquista de Zaragoza participaron cruzados que habían formado parte del asedio de Jerusalén durante la Primera Cruzada. Tal es el caso de Gastón IV vizconde de Bearne o Rotrou IV conde de Perche. También tenemos constancia de que otro noble cercano a Alfonso I, el señor de Alagón Lope Garcés Peregrino, había visitado Jerusalén durante el reinado de Alfonso.
El caso es que Alfonso estaba rodeado de aristócratas que tuvieron contacto con Tierra Santa, los cuales le habrían informado de la existencia de las famosas órdenes de monjes guerreros que se habían creado recientemente. En su testamento Alfonso dejará su reino a tres de estas órdenes de monjes-guerreros: la Orden del Temple, la Orden de San Juan del Hospital y la Orden del Santo Sepulcro.
A continuación les dejo un fragmento del testamento de Alfonso I:
«Así también, para después de mi muerte, dejo como heredero y sucesor mío al Sepulcro del Señor, que está en Jerusalén, y aquellos que lo vigilan y custodian y allí mismo sirven a Dios; y al Hospital de los Pobres, que está en Jerusalén; y al Temple del Señor con los caballeros que allí vigilan para defender el nombre de la cristiandad.»
La Concordia de Gerona (1143)
Cuando muera Alfonso I en el 1134 los nobles no querrán respetar la voluntad del rey. En parte porque el testamente del rey contravenía las leyes de los reinos de Aragón y Pamplona, las cuales especificaban que estos reinos tenían que ser heredados por descendientes de las familias reales locales. Los pamploneses coronaron a García Ramírez “el Restaurador” que descendía de los antiguos reyes de Pamplona; y en Aragón, se coronará al hermano de Alfonso I, Ramiro II “el monje”.
Ramiro II engendró con su mujer Inés de Poitou a la princesa Petronila en el 1136. Esta se acabará casando con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, quien gobernó en Aragón con el título de “prínceps” entre el 1137 y el 1162.
Desde luego estas órdenes militares, si bien desde muy pronto entendieron que el testamento de Alfonso I era irrealizable, exigieron como contrapartida que se les compensase de alguna manera. Si bien los hospitalarios y el Santo Sepulcro renunciaron rápido al testamento de Alfonso, con los templarios hubo unas negociaciones algo más largas.
Por suerte para los templarios, el mismísimo Ramón Berenguer IV había sido templario y pudo llegar a un acuerdo con la orden en la llamada Concordia de Gerona en el 1143.
Los templarios recibirían los castillos de Monzón, Mongay, Chalamera, Barberá y Remolinos. También se les prometía los derechos sobre el castillo de Corbins cuando se conquistase. Recibirían una quinta parte de los territorios que Aragón conquistase a los musulmanes y además el Temple acabó absorbiendo en Aragón a una orden local, la cofradía de Belchite.
Los Templarios en la Corona de Aragón
En el reinado de Pedro II (1196 – 1213), los templarios prestaron dinero a la Corona, y aunque no tenemos documentación que lo avale, es muy posible que los templarios de la Corona de Aragón participasen en la Batalla de las Navas de Tolosa del 1212 en la que los reyes cristianos del norte de la península se enfrentaron a los musulmanes almohades del sur.
Durante el reinado de Jaime I (1213 – 1276) los templarios llegaron a ser muy influyentes. Y es que los templarios educaron al joven rey Jaime I en el castillo de Monzón. Posteriormente Jaime I conquistará con ayuda de la orden Mallorca y Valencia.
Durante los reinados de Pedro III (1276 – 1285) y Alfonso III (1285 – 1291) el Papa llamó a cruzada contra Aragón debido a que los monarcas aragoneses intervinieron en Sicilia en contra de la voluntad del Pontificado y el rey de Francia. Francia intentó invadir la corona sin éxito y los templarios aragoneses se posicionaron a favor del rey aragonés en lugar del Papá, como hubiera cabido esperar.
Los Templarios en Zaragoza
Sabemos que en la céntrica calle del Temple se encontraba su convento, cerca de donde actualmente se ubica la plaza de San Felipe. En la intersección entre la calle del Temple y la calle Contamina.
En la calle del Temple se ubicaba también su iglesia. Dicha iglesia era conocida como «Santa María del Temple». Este templo era de planta circular en su interior y octogonal en el exterior. El templo fue desamortizado en el año 1835 y demolido en el 1860. No obstante, quedaron restos del templo que pudieron ser estudiados en una excavación arqueológica que se realizó en el 1991. La dirección exacta donde se ubicaba Santa María del Temple se corresponde con el número 20 del Temple, donde actualmente se encuentra la popular discoteca de Zaragoza «el Jardín del Temple».
La caída de los templarios
En el 1305 un religioso francés llamado Esquieu de Floyran envió una carta al rey aragonés Jaime II «el Justo» en la cual acusaba a los templarios de negar a Cristo, practicar sodomía, realizar sacrilegios contra símbolos religiosos y adorar a Bahomet. El rey de Aragón Jaime II «el Justo» no dio por validas estas acusaciones, no obstante, el rey de Francia Felipe IV sí.
Cabe destacar que el francés necesitaba recursos económicos para solucionar el agujero económico que sufría las arcas reales francesas en ese momento. Él ya había tenido problemas con el Papado debido a que había aumentado la recaudación de impuestos entre los clérigos. Además en el 1306 había expulsado a los judíos del reino de Francia, anulando de este modo las deudas que el monarca tenía contraídas con ellos; y no siendo suficiente lo que ya había hecho, envileció la moneda.
Solo le quedaba ir contra los templarios, los cuales amasaban grandes fortunas gracias a su actividad bancaria. Fue el 12 de octubre de 1307 cuando comenzó la persecución de los templarios franceses, siendo arrestados unos 140 templarios de ese reino. La Inquisición francesa se encargó de que los caballeros templarios reconocieran los pecados que se les atribuían utilizando la tortura.
Tras ser obtenidas estas confesiones, el papa Clemente V, el cual inicialmente se oponía a esta persecución, lanzó en el 1312 la bula “Vox in excelso” en la cual se disolvía la orden. Hubo templarios como el Gran Maestre de la orden Jackes de Molay que habiendo declarado que tan solo había reconocido esos pecados que se le había atribuido porque había sido coaccionado por la tortura, acabó siendo quemado vivo.
En Aragón a Jaime II no le quedó más remedio que arrestar a los templarios aragoneses en el 1308 tras recibir las confesiones obtenidas de los templarios franceses. Aunque los templarios resistieron en alguna de sus fortalezas, especialmente en el castillo de Monzón, que fue el último en caer.
Aun así, en términos generales, los extemplarios de la Corona aragonesa recibieron buenos tratos tras la disolución de su orden y la mayoría de ellos pudieron incorporase en otras órdenes.
Influenciados por el pensamiento de Ramón Llul que abogaba por la unificación de las órdenes militares, los disueltos templarios y sus posesiones fueron incorporados a la orden de San Juan del Hospital. Esto se hizo en toda la Corona aragonesa con excepción del reino de Valencia, donde se creó la Orden de Montesa para que asumiera las posesiones y los miembros que habían pertenecido a los templarios en ese reino.
Referencias bibliográficas
de Moxó y Montoliu, F. (1993). Los Templarios en la Corona de Aragón. Aragón en la Edad Media, 10-11, 661–674.
Rincón-García, W. (2008). La investigación del patrimonio artístico desaparecido: aproximación a la iglesia de Santa María del Temple de Zaragoza. Revista de la CELEL, 181–206.
Jones, D. (2021). Los Templarios. Atico de Los Libros.